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El honestista hace bien en llevar de vez en cuando a políticos a los tribunales. Pero no debe olvidar que la política no es un tribunal, y que, sobre todo, no pretende ser justa.
 
                  
                  El honestista hace bien en llevar de vez en cuando a políticos a los tribunales. Pero no debe olvidar que la política no es un tribunal, y que, sobre todo, no pretende ser justa.
 
                  
                  Pardow, al menos, tuvo la valentía y la honestidad intelectual de pasar al otro lado del mesón y hacer política en vez de comentarla desde las alturas —muy relativas— de la academia. Le fue como le fue. Lo contrataron por su perfil técnico, confiable, informado, trabajador, sistemático. Y fue ese perfil el que selló su final.
 
                  
                  Que este noticiero con títeres, que siempre se burló de las noticias, sea noticia, habla quizás de la naturaleza misma de esas noticias que giran desde hace años entre el apocalipsis y el freak show, entre la falsa seriedad de los candidatos y la falsa frivolidad de los matinales, en este ambiente de urgencia innecesaria donde todo se muestra pero nadie nos ve.
 
                  
                  La escena retrata una política chilena que juega su propia "tercera vuelta": mientras la oposición sueña con terminar de ajustar cuentas con el Frente Amplio, el Gobierno busca amarrar su legado. En ese juego, el estilo importa tanto como el fondo. Una cosa es interpelar a un adversario con datos; otra es salirse de madre.
 
                  
                  La clave que impulsa a la presidenta Bachelet a alcanzar espacios de relevancia siempre creciente parece estar en el ninguneo que ha acompañado toda su vida política. El famoso “femicidio político” que denunció al inicio de su primer mandato resume bien esa sensación.
 
                  
                  La serie quiere dejarnos claro, casi a gritos, que el fascismo es posible, probable, que vuelve o que nunca se fue. Quiere subrayar que es violento, machista, corrupto y vil. Pero no lo sugiere, lo machaca: lo repite y lo vuelve a repetir tantas veces que uno empieza a dudar si será tan así.
 
                  
                  El amor y la pedagogía forman una mezcla peligrosa pero inevitable. Chile educa a golpes, con amor áspero, y Boric se dejó educar.
 
                  
                  Sin discurso preparado de antemano, sin programa conocido, Harold vino desde el sillón —o desde el jardín— a hacernos ver hasta qué punto el resto de los aspirantes está a punto de perder cualquier lazo con el sentido común.
 
                  
                  Juan Pablo Hermosilla es un abogado defensor que defiende antes que todo y sobre todas las cosas a sí mismo, y últimamente a su hermano. Grandilocuente siempre, acusa de declive total al sistema político y al judicial cada vez que no se le da la razón.
 
                  
                  La soberbia de Kast no es la del dictador que grita órdenes, sino la del pastor que guía a su rebaño convencido de que él —y solo él— conoce el camino hacia la salvación.